Gestionando al jefe (6/10). Optar y decidir

Casi siempre se tiene la sensación de que el ejecutivo es un profesional súper seguro que sabe perfectamente lo que tiene que hacer en cada momento. Esta seguridad da confianza a los colaboradores y reviste al directivo de un halo de genialidad que ninguna otra persona tiene. Esta apreciación es falsa. Los altos ejecutivos en realidad están plagados de incertidumbre y casi siempre tienen miedo cuando toman una decisión estratégica.

Dudar es bueno, si la duda no conduce a parálisis. La dicotomía entre una decisión u otra no es normalmente una línea difusa en la que juegan actores muy variados: desde la ética hasta la pura conveniencia y, por supuesto, la presión de las circunstancias. Las decisiones importantes son revisadas varias veces antes de convertirse en definitivas. Es una buena técnica para equivocarse lo menos posible.

Los colaboradores tienen, ahora, un papel importantísimo. Hay que proporcionar al directivo los argumentos necesarios para apoyar la decisión. Siempre hay que partir de una certeza. En realidad de la única certeza que nos induce a tomar decisiones. Esta certeza es:

La peor decisión es la que no se toma.

 

Empresarios y ejecutivos toman decisiones de dos maneras diferentes. Los empresarios dudan respecto a su interés personal, mientras que el directivo toma la decisión desde una perspectiva profesional. Ambos buscarán el mismo fin beneficioso para la compañía, pero por caminos diferentes. Lo más importante aquí es ser conscientes del impacto. Es decir, saber que en la medida en que la decisión es tomada por directivos de mayor rango, las consecuencias son de mayor calado para la organización. A mayor categoría, mayor responsabilidad y mayor impacto.

 

Con todo lo dicho, hay que afirmar que las decisiones bien tomadas son las que generan valor añadido a las empresas. Son instantes de valor que hacen prosperar a la compañía y garantizan su sostenibilidad. Son simplemente aciertos estratégicos.

Vamos a exponer cuatro ideas para que los ejecutivos tomen esas decisiones de alto valor añadido, para que duden menos y además sus decisiones sean beneficiosas desde un punto de vista emocional.

    1. Conciencia: lo que significa recibir, aceptar y vivir la decisión como una suma de energías que nos conducen a ella y la hacen más fuerte.
    2. Disipar: los problemas que la decisión pueda acarrear, pero no taparlos u olvidarlos, sino poner previamente los remedios precisos para minimizar los obstáculos y para solucionar dificultades y “adversidades” que siempre surgen de manera espontánea.
    3. Energía positiva: transmitiendo a la organización, muy especialmente a los colaboradores, lo oportuno y necesario de la decisión y las consecuencias positivas que tendrá. Este es un indicador esencial.
    4. Cómplices: haciendo partícipes a los colaboradores más afectados por la decisión. Crear una co-responsabilidad que irá a incrementar la memoria colectiva de la empresa. La suma de varios miembros del equipo es siempre más fuerte y enriquecedora.

Así podemos gestionar al jefe cuando dude sobre diversas soluciones. Las posibilidades son muchas. Siempre hay varias posibilidades y a lo mejor todas son buenas y todas son válidas solo hay que decidirse por una.

Y recordar, como decía Don Quijote en una de sus frases más famosas y repetidas, que:

“Donde una puerta se cierra, otra se abre”


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