¿Me entiendes?

De las diversas aptitudes mentales de los hombres, se considera que la más importante es la capacidad de comunicación. Cuando hace pocos años la Unesco determinó las ocho competencias imprescindibles para el siglo XXI, dos de ellas estaban directamente relacionadas con la comunicación entre las personas y cuando hoy, en un mundo tecnológico y global, la persona se encuentra equilibrada y lista para competir es porque es capaz de comunicarse con el mundo de una manera fácil y eficaz.

alumnos parque

La pregunta surge fácilmente: Si comunicarse es lo más natural y además es imprescindible, ¿por qué no me entiendes? Se ha escrito tanto y tan bien sobre los procesos de comunicación que no voy a contar aquí nada que se refiera a los obstáculos, o a la emisión o a la recepción de los mensajes, pero si quiero comentar el momento emocional cuando pregunto, ¿me entiendes? O cuando se da cuenta de que a la persona a la que está hablando no se está enterando de nada.

Mis gestos, mi tono, mi entonación, mi mensaje más o menos importante, choca y rebota en la cara del otro y en su actitud, en la manera de mirarme e incluso en su respuesta. Ahora me siento impotente: ¿Por qué? ¿Dónde está la causa? ¿En mí o en él? Con frecuencia caigo en el error de buscar culpables. El primer culpable es el otro, el receptor, “es tonto y no me entiende” o “no me presta atención”. Luego busco el culpable en el mensaje. ¿Es demasiado complicado la que estoy diciendo?, finalmente echo la culpa al entorno: ruidos, prisas o interrupciones, ¡qué pocas veces pienso o me doy cuenta de que el primer culpable soy yo!

Pero cuando mi rol cambia y soy yo el receptor y evidentemente no me entero de nada, entonces doy la vuelta a la moneda y siento que la culpa de la mala comunicación es de quien habla y no es por mi causa.

La mala comunicación produce un momento de desequilibrio emocional y aún más si se produce en un idioma que no domino. Trato de suplir la emoción negativa con una sonrisa, una mirada o lo que a cada uno se le ocurra, pero por dentro sólo hay una voz: “no me entienden o no me entero”. En este sentido aprendí hace años una magnífica lección de José Meliá: “Cuando tu empleado no te haga caso o esté realizando lo contrario de aquello que le ordenaste, antes de enfrentarte con él o de molestarle debes confirmar que aquello que le ordenaste lo entendió claramente”

Me gustaría terminar con tres frases fantásticas sobre la no comunicación:

  • “Cuando alguien habla demasiado, sus palabras suenan sin oírse” (Adenauer)
  • Siempre hay tiempo para soltar las palabras pero no para recibirlas (Baltasar Gracián)
  • Yo sé que Ud. creé completamente lo que piensa que yo he dicho, pero no sé si se da cuenta de que lo Ud. ha oído no es lo que yo quería decir (Pierre Rataud)


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