El silencio

Si callan los que gritan y no hablan los que callan, el silencio llena el espacio de los conceptos y la indiferencia el escenario de la acción. Se ha precipitado al vacío.

Nace y cunde el caos.

Desde que John Nash lo describiera (equilibrio), la gestión del caos es una de las asignaturas pendientes de los ejecutivos de las grandes organizaciones. “Tomar decisiones eficaces en situaciones complejas” es probablemente alcanzar la excelencia estratégica. Es la cuadratura del círculo. Un milagro.

Las situaciones complejas se caracterizan por un abstracto en el que confluyen variables desconocidas y acontecimientos que seguro se van a producir aunque no se puedan dominar. Es decir: no se el qué, ni cómo, ni cuándo, ni dónde, pero sí sé que ahora está ocurriendo alguna cosa en el mundo que seguro, me va a afectar a mí y a mi negocio.

Es necesario prepararse para el caos, como la hormiga se prepara para el invierno, pero “cuando se está en medio de las adversidades ya es tarde para ser cauto” (Séneca). En las antípodas de este razonamiento encontramos el pensamiento de Paul Valery: “¿Qué puede haber más imprevisto para el que nada ha previsto?”. La falta de expectativas termina en la indigencia emocional.

No se trata simplemente de prevenir en sentido estricto (prever de antemano aquello que pensamos que puede ocurrir) sino de tener la capacidad de reaccionar y actuar en tiempo real ante algo que surge sin avisar y además es desconocido.

Actuar separando lo posible de lo probable o la imaginación realista de la fantasía es demostrar las capacidades y habilidades precisas para dirigir organizaciones en el siglo XXI. No olvidemos que la versión más moderna del liderazgo dibuja al líder como la persona capaz de marcar un cambio, gestionar el cambio y asumir la incertidumbre.

Aceptar los mayores riesgos y las mayores responsabilidades cada día es el reto de quienes dirigen empresas. El arte de dirigir empresas es para Damian Frontera un estímulo incesante. Muchas veces ese estímulo está severamente determinado por nuestra realidad natural. Es verdad lo que Nash advertía: “A todos les acosa su pasado”.

Oppenheimer, con una visión muy concreta tanto de la competencia empresarial como de la personalidad humana decía: “Solo el genio ve la respuesta antes de la pregunta”.

Es verdad. Aceptar que el caos nos llega, que la incertidumbre nos envuelve, que nos precipitamos al vacío aunque luego de él obtengamos lo mejor de nosotros mismos y de nuestras organizaciones es proclamar ahora y para siempre que la ingenuidad ha muerto.


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