Sittin’ on the dock of the bay

Nos recibió San Francisco frío y desapacible, lluvioso y gris. Como si esta maravillosa ciudad tuviese dos caras, una suerte de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde que nos reservó su cara más arisca durante la semana que nos alojó.

San Francisco es de esas ciudades que enamora a primera vista. Será por su aire cosmopolita y vanguardista, que contrasta con esos muelles de otra época con ciertos tintes decadentes. Será por ese entramado de cables de tensión que alimentan la red de trolebuses o esos tranvías objetos de deseo de las cámaras fotográficas de los turistas. Será por las leyendas de la prisión de Alcatraz o por la silueta imponente del Golden Gate adentrándose en la niebla que de forma recurrente cubre la bahía. Pero cualquiera que sea el motivo, la ciudad te atrapa antes de que te puedas dar cuenta, y no es fácil escapar…

De cualquier manera, el objetivo principal de nuestra estancia no era hacer turismo. Durante 5 días tuvimos la tarea de adentrarnos en el complejo ecosistema que ha surgido alrededor de Silicon Valley de la mano de la EOI (con la ayuda de Yurena y Marina de StepOne). Y vaya si lo hicimos: 5 días de inmersión en dicho ecosistema, hasta veinte sesiones con gente de un talento extraordinario, otros con un talento más común, ideas geniales, otras no tanto, tocando distintos segmentos y mercados lo que nos permitió traernos a España un buen saco de enseñanzas sobre las que reflexionar. Me gustaría destacar aquí las que me han parecido más útiles y de una aplicación más inmediata.

– El talento es el motor de todo. Por ello las empresas se afanan en crear ambientes de trabajo donde cada uno pueda encontrar el mejor entorno en el que maximizar su creatividad.

– Sin embargo el talento tiene un límite, y por encima del talento están las personas y los equipos. Si un talento no cuadra en el equipo, ese talento sobra, el equipo es lo más valioso (por encima incluso de las ideas).

– Productividad extrema. El concepto del tiempo como un recurso escaso fue algo repetido en varias charlas. La gente no quiere perder su tiempo y tampoco quieren hacerte a ti perder el tuyo.

– Fe ciega en sus proyectos. Ya nos lo avisó Néstor en clase y hemos podido verlo en casi cada una de las charlas. El emprendedor tiene una fe ciega en lo que hace, y es casi imposible hacerle cambiar de opinión. Uno de los ejemplos más claros lo vimos con Félix González. A pesar de tener numerosas ofertas por las que mucha gente pagaría, ninguna le haría abandonar JuntoSalimos.

– Horizontalidad. En los espacios y en las organizaciones. Sin despachos y sin barreras, todas las opiniones cuentan y todas las personas tienen voz.

Como conceptos generales, estos fueron los que me parecieron más novedosos y diferentes a lo que estoy acostumbrado en mi entorno laboral, conceptos que serían fácilmente exportables y aplicables a otras empresas y que traerían un poco de esa filosofía que tanto engancha a nuestras empresas, a menudo demasiado rígidas y con estructuras en ocasiones un poco arcaicas, donde el talento muchas veces no tiene nada que envidiar a lo que vemos al salir al exterior, pero a menudo está preso en nuestros propios obstáculos.

No quiero entrar a resumir las charlas a las que asistimos, ya que todos estuvimos allí presentes y no creo que aporte mucho, pero si me gustaría destacar a dos de las personas que estuvieron con nosotros, por lo que me transmitieron ambos, por la cantidad de información útil para el futuro que nos proporcionaron y por el enorme placer de haber compartido unas horas con ellos: Hugo Giralt y Alex Castellarnau. Sólo esas dos charlas merecen un viaje tan largo como Madrid – San Francisco.

Alberto

PS: Bueno, y tomarse un cocktail en la planta 39 del Hotel Marriott también lo merece…

No hay comentarios / 28 Mar 2016 por abustillo
eMBAmad /

Comentarios cerrados.