Vuelta a trabajar

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Una de esas cuestiones abiertas que había antes era cómo conseguir que las mujeres que habían abandonado la vida laboral por sus responsabilidades familiares se reintegrasen de nuevo a ella. El asunto preocupaba también en los ámbitos políticos, conscientes de que había grandes posibilidades en mujeres que querían volver a contribuir con su salario al conjunto de la economía, a los ingresos de su hogar y, por supuesto, a desarrollar sus mejores capacidades.

La opción entre dedicarse únicamente a la familia algún tiempo o compatibilizarla con el trabajo es tan legítima que no vale la pena discutirla, aunque en ambos casos hay peajes que se deben pagar. Si en el segundo está asegurado un lógico nivel de estrés, en el primero se pierden contactos y se desdibujan capacidades, conocimientos tecnológicos, etc.

En cierta medida, la pérdida de contactos es más onerosa que el “óxido” profesional, ya que existen fórmulas de reciclaje. Pues bien, en estos momentos se suman en las filas de mujeres aspirantes a un puesto laboral, tanto las que querían volver como las que acaban de ser despedidas en los sucesivos reajustes de plantilla. Ni unas ni otras deben tirar la toalla, aunque tal vez tengan que seguir pautas similares para hacerse un hueco en un mercado laboral raquítico que ya antes de la crisis castigaba de forma inaceptable la edad, por ejemplo, y el género.

Es interesante revisar un informe elaborado por la profesora Monica McGrath en 2005 (Back in the Game. Returning to Business alter a Hiatos: Experiencias and Recomendations for Women, Employers, and Universities) que analiza las dificultades y las estrategias a tener en cuenta por las profesionales. En su investigación comprobó que el 50% de las que buscaban un puesto activamente se sentían muy frustradas y otro 18% señalaba que la experiencia era deprimente. “Las mujeres estaban furiosas por tener que justificarse y tener que empezar de cero, como si no hubiesen hecho nunca un MBA”, por ejemplo.

De todas formas, esa irritación es razonable y hay que contar con ella. En conjunto estaban dispuestas a seguir y, pragmáticas, enfocaban su reingreso en las filas laborales con ideas bastantes realistas. Con todo, hay que prepararse para procesos de selección muy duros (mejor sería decir, mezquinos) y el riesgo de que el seleccionador piense que puede contratar a alguien más joven (y barato) con la misma preparación, aunque no tanta experiencia profesional y de la vida.

Otro riesgo es verse rechazada por sobrecualificación cuando se está dispuesta a aceptar un trabajo por debajo del nivel que se tenía. Pero McGrath aconseja no “olvidar” datos del currículo, como tampoco titubear a la hora de defender el tiempo que se dedicó a hijos o familiares mayores. Lo mejor es preparar concienzudamente las preguntas posibles e imposibles y mostrarse seguras y proactivas. “Es muy diferente acudir a una entrevista con confianza o ir convencida de que debes justificarte”.

Según el citado informe, la mejor ruta para volver a la actividad es por medio de empresas de tamaño pequeño y explorar otros campos: puede encontrarse un trabajo, o puede estimularse el autoempleo. En el estudio destaca una regla de oro, tanto para las mujeres que eligen dejar el trabajo como para aquellas que deben dejarlo temporalmente: hay que mantenerse al día y mantener también vivas las redes de contactos formales e informales que harán más fácil, antes o después, “volver al juego”.


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