¡Abre las alas y vuelve a volar!

Viví los primeros años de mi vida en una dictadura, con tarjetas de racionamiento y limitaciones geográficas, económicas y políticas. Ahora parece raro contarlo, como si fuera otra vida, un momento lejano en un rincón de la memoria. Después llegó la transición a la democracia y dicho así parece fácil… pero no lo ha sido ya que el país tenía que cambiar desde sus cimientos. Crecí en un mar de sinergias, leyendo todo lo que podía para dejar mi imaginación viajar a tierras lejanas y vivir junto con los personajes experiencias extraordinarias. En el jardín de la casa de mis abuelos, entre flores de mil colores y cantos de pájaro, me perdí incontables veces mirando el cielo azul e imaginando todo lo que las nubes veían como silenciosos testigos de este mundo. Soñaba con los ojos abiertos, soñaba con conocer, saborear, olfatear y vivir el mundo.

Todos los años, mis abuelos me llevaban de viaje por todo el país para enseñarme nuestra cultura, nuestros paisajes y los rincones que nos hacen únicos. Sin querer, mi abuelo plantó en mi corazón el gusanillo del viajero. Todo esto hasta que con 16 años decidí tomar el relevo y descubrir el mundo por mi cuenta, junto con mis amigos en campamentos de verano o con los compañeros del pequeño grupo de teatro inglés, con el que tuve experiencias únicas participando en festivales durante tres años, en el instituto. Después empecé a disfrutar de las nuevas libertades de movimiento en la Comunidad Europea y aproveché para conocer las ciudades europeas de mi lista de sueños.

Visité España varias veces antes de vivir aquí y cada vez me quedaba con ganas de más. Al final, me quedé a vivir aquí, integrándome cada vez más en la cultura, en las tradiciones, asimilando y absorbiendo el idioma para hacerlo mío, para poder transmitir a los demás lo que ya sentía por dentro, el fuerte latido de la mitad española de mi corazón.

Siempre luché para conseguir mis sueños y la convocatoria de esta beca llegó justo cuando más la necesitaba. Llevaba un tiempo en una falsa zona de confort, en una rutina que me estaba matando por dentro. Mis sueños estaban removiéndose, queriendo llamar mi atención, gritándome para que despertara del letargo y volviera a abrir las alas y volar. Así que me lancé sin red, sin mirar atrás y sin miedo, a por todas, soñando e imaginando un mundo de oportunidades.

Mi madre me preguntó cuál era la finalidad de todo esto y le tuve que explicar que no es la finalidad, sino el camino lo que me interesa, lo que quiero disfrutar y aprovechar al máximo. Porque casi siempre tuve que compaginar estudios y trabajos, he tenido pocas ocasiones de disfrutar como ahora. Estoy encantada con las clases y con los profesores y me siento privilegiada de poder compartir esta experiencia con un grupo tan especial, creativo e inquieto como lo sois vosotros. Además para mi es una forma de devolver a este país un poco de todo lo que me ha dado y enseñado.

Creo que esta beca es una oportunidad única para seguir nuestros sueños, porque como dijo Antonio Machado:

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.”


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