En el cumpleaños de Don Juan Tenorio

Y un año más llegó noviembre. Y en noviembre, Don Juan. Don Juan Tenorio con todas sus incongruencias, todos sus defectos y todos sus vicios perdonados y salvados gracias al amor.

En el cumpleaños de Don Juan Tenorio

Fortunio Bonanova e Inocencia Alcubierre en una escena de la película ‘Don Juan Tenorio’ (Ricardo de Baños, 1922). (Foto: Wikimedia Commons)

Ni en los mejores sueños hubiese pensado Don Juan encontrar a Doña Inés. Su avalista a los ojos de la historia. Un sueño hecho realidad y conseguido sin esfuerzo. Una lotería sin boleto. Nadie se ha preguntado qué hubiera sido de Don Juan si Doña Inés no se hubiera cruzado en su camino. Posiblemente un Don Juan más, un profesional de “lo suyo”; como dice el refrán, “recogemos lo que sembramos”, cuestión ésta que no se da en Don Juan Tenorio. Pero si fuese cierto el refrán, quiere decirse que si sembramos odio recogeremos rencores y si sembramos amor recogeremos afectos. Una teoría a la que hubiera gustado sumarse a Elton Mayo. Bonita, pero falsa…

Los directivos, desde sus puestos en las empresas, no pueden actuar ni con amor ni con odio, sino como unos profesionales de “lo suyo”. A cada quien lo que en cada momento le corresponda. Sin embargo, también los directivos tienen derecho a encontrar a su avalista ante la historia. A encontrar a su Doña Inés que les salve gracias a un “amor”.

Pero hay que saber también que ese “amor” no es una consecuencia de la casualidad, la suerte o la abundancia. Es hijo del esfuerzo, de una adecuada planificación, del trabajo, la colaboración y las ideas claras.

También los directivos tienen que saber que es preciso renovar el amor, que siempre llega noviembre y que el tiempo no perdona. Y sobre todo, que las nostalgias de tiempos pasados o los recuerdos de los lejanos éxitos no conducen a encontrar a Doña Inés. Sólo una acción, una actitud activa y valiente, una capacidad profesional compartida con el equipo y sobre todo la seguridad en uno mismo nos conducen a una Doña Inés adecuada y firme.

Salvémonos de la guerra en la hoguera de la competitividad y hagámonos cada día más sólidos, con nuestra Doña Inés o nuestro Don Juan.


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