“Aggredire” II. El declive del ejecutivo agresivo

La agresividad no es la rivalidad, a veces se confunden. Iñaki Piñuel considera, con acierto, que la rivalidad es la guerra de todos contra todos. En esa batalla no tiene porque ganar el más agresivo, sino quien haya sabido desarrollar mejor la estrategia (Lucas Marín).

La inteligencia emocional, sobre todo los dominios que hacen referencia al autoconocimiento y al autocontrol es esencial en el análisis de la agresividad de los directivos. Los comportamientos observables de los directores se convierten en su tarjeta de visita.

enfado

Fuente de la imagen: LOSINPUN en Flickr

Las organizaciones son absolutamente conscientes de que una parte importante de su marca se fabrica día a día a través de los responsables en las empresas. Este principio es evidente en las grandes compañías y en las multinacionales, donde muchos de sus directivos terminan convirtiéndose en personajes mediáticos.

La agresividad como valor va perdiendo sentido y si este criterio comenzó a darse en las grandes organizaciones, caló rápidamente hacia empresas menores. Desde una perspectiva macro, en el movimiento del péndulo, se puede llegar a la paradoja de que la agresividad se convierta en un componente negativo de la dirección. Algunos mercados están hoy sufriendo más de lo esperado precisamente por haber elevado a la enésima potencia una competitividad agresiva, incluso cruel.

Los avanzados procesos de I+D+i y su aplicación tecnológica que inmediatamente condicionan y determinan las formas de gestionar las empresas, han influido enormemente sobre la agresividad adquirida (no innata) de muchos directivos. Se ha producido una sustitución de roles en los que el entorno tecnológico ha impuesto sus criterios. Para Andrew Feenberg, la tecnología es una nueva forma de agresividad, pero una agresividad pasiva, sobre todo una agresividad simbiótica entre los sistemas, productos tecnológicos y los usuarios.

motivación

Fuente de la imagen: Ceci Newton en Flickr

Desde la Universidad de Colombia (Barrera, Cortés y Molina) nos indican que disminuir el nivel de agresividad e incrementar los espacios motivacionales y el reconocimiento personal y compartir los éxitos empresariales, proporciona ya a corto plazo un incremento directo en la eficiencia y en los resultados expresando, proporciona ya a corto. Parece justo lo contrario a lo ocurrido hace tres o cuatro décadas (recordemos la teoría R, X e Y sobre el liderazgo enunciado años antes por Mac Gregor).

El movimiento del declive del ejecutivo agresivo presenta un escenario técnico y conceptual, un cocktail, con tres ingredientes: la concepción darwiniana, el tránsito de los cognitivo a lo sistemático, y la adoración del mito de Laplace.

Es un buen colofón para ver como el ejecutivo agresivo actúa recordando a los demonios de Laplace: “Si conozco y tengo a mi disposición las leyes por las que se rige la naturaleza y conozco también las circunstancias que condicionan la vida y los sucesos de la vida en un momento determinado, me pregunto qué debo hacer: Reconstruir el pasado y predecir el futuro”.


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