¿Eliges de qué te alimentas?
Juguemos un poco. Te pido que me digas, grosso modo, que alimentos y en que porcentaje deberías meter en tu cesta de la compra para poder llevar a cabo nuestra típica dieta mediterránea. Fácil, ¿no?.
Seguro que has metido: fruta, pescado, carne, verdura, legumbres, etc. Visualízalo. ¿A qué todo tiene una pinta estupenda y fresca? ¿Crees que esos alimentos cubren todas tus necesidades de nutrientes? Apuesto que sí. Tienes calcio para los huesos, proteínas para los músculos, energía, etc. Y además todo de buena calidad, no vamos a escatimar, ¿no? Estamos hablando de tu salud.
Bien, imagina que ahora te pido que trates de pensar en una cesta invisible en la que están las tareas que realizas actualmente cada día, a lo largo de una semana o de un mes. Observa que tipo de tareas y en que proporción ocupan tu cesta. Jo, ¡qué listo eres!. Ya sabes a dónde quiero llegar. Pero no te quedes ahí, sigue leyendo porque a veces con las prisas no terminamos de ver el cuadro completo.
Párate a reflexionar:
- Esas tareas, ¿han sido elegidas de una forma consciente o simplemente están en la cesta y no recuerdas quién las metió, cuándo o por qué?
- ¿Cubren tus necesidades “nutricionales”?: físicas, intelectuales, emocionales, espirituales (¿sabes que hay un área del cerebro que sólo se activa cuando tienes pensamientos transcendentes?).
- ¿Qué calidad tienen? ¿Son tareas “frescas” o cuando las realizas tienes que taparte la nariz para poder “tragártelas”?
- ¿Eres consciente de qué tamaño tiene tu cesta en este momento?
Seguro que tu cesta es perfecta y te encuentras muy a gusto con ella, pero cuando yo me puse a hacer esta reflexión no me encontraba tan satisfecho. Así que comencé a observar y caí en la cuenta de lo siguiente:
- No todo lo que había en mi cesta era elegido, eso se traducía en una sensación de hacer cosas sin querer hacerlas.
- En general me cuesta ser consciente de mis necesidades “nutricionales” por lo que tiendo a no cuidar todos los aspectos de los que hablaba antes (mi incipiente barriga es un claro ejemplo).
- Prácticamente todas las tareas que realizaba tenían un amplio margen de mejora cualitativa.
- No era consciente del tamaño de mi cesta por lo que con frecuencia me encontraba con pensamientos del tipo: no me da tiempo, no llego, etc.
De manera que cuando me he parado a elegir los “alimentos” de mi cesta teniendo en cuenta mis necesidades, mis prioridades y mis circunstancias; ocupándome de decidir cómo mejorar la calidad de los mismos y siendo consciente del tamaño de mi cesta he descubierto que:
- Ya no hay nada que no quiera hacer, aunque no me guste.
- Disfruto más de lo que hago y lo vivo más en profundidad, ya no me dedico a hacer una cosa y tener la cabeza en otra.
- Cuidar aspectos que tenía un poco abandonados hace que me encuentre mejor y con más energía.
- Al haber decidido lo que no cabe en mi cesta y descartarlo ya no me quedo con la sensación de tener cosas pendientes.
Además, poniendo en práctica todo lo anterior la cesta amplía su capacidad pudiendo meter más cosas o más cantidad de lo ya elegido. A todo esto, que de una forma algo simple te planteo, hay que añadir una apreciación importante: para poder elegir de una manera óptima y libre hace falta un trabajo importante de autoconocimiento, cuanto más profundo sea éste más ajustada y óptima podrá ser la dieta.
Finalmente, para serte sincero y a pesar de estar convencido de las bondades de la dieta mediterránea, todavía me encuentro en mi cesta grasas saturadas, alcohol, azucares refinados, etc. Aunque, no está mal saber hacia dónde dirigirse, ¿no?