Doctor, doctor, ¿qué me pasa?

La falta de austeridad parece ser una epidemia que en los últimos tiempos endémicamente se ha extendido por el sur de Europa cual gripe otoñal. A España llegó tras un chequeo aparentemente rutinario, en el que se nos diagnosticó principalmente “bajos niveles de austeridad”.
Desde ese momento a nuestro yo interior le surgieron múltiples preguntas: ¿Qué es la austeridad? ¿Pero en qué momento nos abandonó y cómo no nos pudimos dar cuenta de ello?
Según la RAE, austeridad es la cualidad de austero, donde el término austero tiene las siguientes cuatro acepciones:
1. adj. Severo, rigurosamente ajustado a las normas de la moral.
2. adj. Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes.
3. adj. Agrio, astringente y áspero al gusto.
4. adj. Retirado, mortificado y penitente.
A priori la primera y tercera acepción no parece dar pistas sobre el significado de nuestro diagnóstico, sin embargo la segunda y cuarta nos dan un enfoque más cercano a la problemática económica. Según esta definición, en verdad se nos está acusando de no ser ya una sociedad mortificada y penitente al estilo de la del siglo XVI, sino en la que hemos “vivido por encima de nuestras posibilidades”. En definitiva, esto nos suena a que hemos intentado vivir mejor de los que nos merecíamos y que esta situación viene de lejos, que se ha estado incubando durante años.

¿Pero me podré recuperar?
Los doctores centroeuropeos, los mismos que controlaban nuestra salud todos estos años, y expertos en estas dolencias, nos recetan píldoras sanadoras y dietas muy rigurosas de control del déficit contra la enfermedad. Estos mismos médicos, son los que durante todos estos años no han detectado que nuestra austeridad estuviera resquebrajándose o debilitándose, sino que por el contrario nos daban palmaditas en la espalda porque nuestras analíticas económicas eran muy buenas.
Paradójicamente, las medidas tomadas están provocando muchas más dolencias internas, sobre todo en los tejidos más débiles (mayores niveles de desigualdad y pobreza, así como una tasa de paro desproporcionadamente grande), que no parecen ser tan relevantes para nuestros galenos, pero que internamente nos está desgarrando profundamente.
Las últimas revisiones nos dan buenas previsiones en lo que respecta a los niveles de austeridad, pero la pregunta que nos deberíamos hacer es si el tratamiento que nos están suministrando para salvar nuestra austeridad no está siendo demasiado invasivo y precipitado, y si este nos dejará heridas internas crónicas de difícil sanación en el futuro más próximo.


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