CONCILIACIÓN: SÍ O SÍ

La conciliación entre la vida privada y el trabajo en nuestro país todavía está a años luz del norte de Europa. Hay muchas propuestas sobre cómo solucionarlo: más leyes, más ayudas económicas, más regularización… pero el principal inconveniente es la cultura empresarial.

Porque conciliación no es sólo que las madres puedan compatibilizar su trabajo con su familia (aunque desde luego, es fundamental); conciliación es vivir de verdad el trabajo como algo complementario a tu vida personal, en vez de como una actividad imprescindible para mantenerte pero que fagocita tu tiempo libre. Es sentir, independientemente de tu sexo, edad y situación familiar que el trabajo y tu vida personal se enriquecen la una con la otra (lo que se conoce como la regla 8-8-8: ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de sueño). Y difícilmente se logra eso en trabajos donde está mal visto irse a la hora, donde hay que calentar la silla aunque no haya nada productivo que hacer, aunque la jornada laboral se haya acabado hace horas.

Esta cultura empresarial es contraproducente, en primer lugar, para la empresa. Porque un empleado que no tiene tiempo para sí mismo es un empleado infeliz, que irá desvinculándose y desmotivándose con su trabajo. Cada vez resolverá menos problemas, y cada vez se sentirá más alejado de los objetivos de la compañía. Y además, en muchos casos acaba con problemas de salud, tanto físicos como depresiones, que desembocan en bajas. Un círculo vicioso del que es difícil salir.

Pero es que además, si la finalidad de una empresa es maximizar sus beneficios, y para ello es evidente que hay que emplear los recursos con la máxima eficiencia, ¿por qué no se aplica a los recursos humanos de la compañía, a los empleados?. ¿Por qué es tan fácil para un directivo ver que no hay que desperdiciar materiales, que hay que ahorrar energía, pero no que no hay que desaprovechar el tiempo de las personas?. Resulta llamativo que los capitanes del barco no vean que, para llegar  buen puerto, necesitan a la tripulación.

Afortunadamente, todo está cambiando, y cada vez son más compañías las que se posicionan en contra de esta semi-esclavitud, aunque todavía queda mucho por hacer. Porque además estas políticas no son sólo gestos para evitar sublevaciones entre la plantilla, sino la tendencia global en pro de la eficacia y sostenibilidad. A día de hoy cada vez son más las empresas que prefieren pagar por tareas/objetivos y no por horas; una medida que optimiza los gastos salariales y también revierte en mayor felicidad del trabajador. Las empresas que mejor concilian son aquéllas que trabajan con flexibilidad horaria, flexibilidad espacial (teletrabajo), programas de gestión eficaz del tiempo, servicios asistenciales para las familias…

Conciliación sí o sí, para que los empleados sean felices en su puesto de trabajo. Porque la felicidad mejora el rendimiento. Y cuánto más tenga asumido esta premisa el mundo empresarial, a todas las escalas, habrá más conciliación familiar, no sólo por parte de las mujeres, también de los hombres. Y habrá en vez de un alejamiento de las mujeres del mercado laboral, una incorporación real. Y en una sociedad con una población cada vez más envejecida, no nos podemos permitir ni que haya que elegir entre familia o trabajo, ni que mitad de la población no desarrolle su potencial. Sí o sí.

 

 


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