El fraude fiscal enquistado

En esta entrada del blog quiero hacer mención a un tema de actualidad y que considero preocupa a la mayor parte de los contribuyentes de a pie. El fraude fiscal es como una sombra de sospecha pestilente y escurridiza que cubre la historia de España (política y empresarial) como una herencia genética imposible de detectar que al final acaba manifestándose. Se hace necesario que la coletilla “son todos iguales” mute urgentemente por el “¡ya está bien!”.

Según las estimaciones aceptadas, el fraude fiscal en España ronda el 20%. Como el fraude no se distribuye de forma uniforme entre contribuyentes y tipos de renta, incluso esta estimación cauta implica que en determinados grupos la ocultación supera el 50%.

La magnitud del fraude se hace evidente cuando se constata que España, a pesar de tener tipos impositivos por encima de la media de la UE15, es casi el país que menos recauda. La cifra del 20% hace que España sea uno de los países fraude más alto, duplicando los niveles de Austria, Holanda, Francia y el Reino Unido. Reducirlo a la mitad aportaría impuestos de más de tres puntos del PIB. Con este dinero, España podría dar casi por concluido el proceso de ajuste presupuestario. Y si lo dedicara a pensiones, tres puntos anuales más (permanentes) de ingresos garantizarían la sostenibilidad presente y futura del sistema. Alternativamente, ese dinero permitiría reducir rápidamente la deuda acumulada estos años.

Desde la década de 1980, cada Gobierno, especialmente en tiempos de crisis, ha prometido una lucha eficaz contra el fraude fiscal. Este Gobierno no ha sido una excepción y, al aumentar los impuestos, para mitigar el enfado de quienes sí pagan, se ha comprometido a luchar contra el fraude e incluso ha aprobado un plan. Eso sí, el punto de partida ha sido una amnistía fiscal que ha permitido a más de 40.000 millones tributar al 3% y ahorrarse, además de sanciones e intereses de demora, no menos de 6.000 millones de impuestos. También se amnistió a las empresas que repatriaran beneficios desde paraísos fiscales, pero casi nadie se dio por enterado y solo volvieron 1000 millones (al 8%). Tras las amnistías, se han aprobado una serie de medidas contra el fraude que afectan a la prevención, a facilitar la inspección y a garantizar el cobro. Estas medidas, aunque, en algunos casos -la limitación de pagos en efectivo o la obligación de declarar cuentas en el extranjero-, puedan ser más efectistas que efectivas, eran necesarias. Sin embargo, son insuficientes para reducir el fraude de forma significativa. En particular avanzan poco o nada en dos elementos clave: aumentar la probabilidad de detección e incrementar las sanciones.

La reducción efectiva del fraude empieza por una voluntad real de luchar contra él. No es aceptable la tolerancia que ha habido con los titulares de las cuentas descubiertas en Lietchenstein y Suiza. Es clave aumentar la probabilidad de detección dedicando más recursos a la inspección, la mejora de información y el análisis de datos. España dedica pocos recursos (en tanto por ciento del PIB) y personal (por habitante) a la recaudación. Menos de la mitad que Alemania.

Las otras medidas deben de ir encaminadas a aumentar las sanciones eliminándose, por supuesto, la excusa absolutoria -permite evitar condenas y reducir sanciones pagando lo defraudado incluso tras ser imputado. Para reducir el fraude, hay que lograr que no sea rentable.

Pero quizá, el aspecto más importante a la hora de actuar contra el fraude fiscal es la acción pedagógica. Al igual que ahora el que viene presumiendo que es capaz de llegar al trabajo en 20 min a 180 Km/h habiendo dejado a sus hijos en el colegio nos parece un gili… cuando no hace muchos años pasaría por un crack héroe, hay que conseguir que el que presuma de defraudador o hable con admiración del fraude de otros debe convertirse irremediablemente en un  gili…. integral.   Se debe además, trabajar con  publicidad y crear un registro de contribuyentes defraudadores.

La honradez es un valor clave en el funcionamiento de una sociedad y el que no lo cumpla debe sentirse al margen de ella.

Por último, se debe actuar contra los paraísos fiscales de forma seria y responsable. Los países “ricos” en Europa que ahora exigen sacrificios a la Europa “pobre” deben también promover el lavado de cara de todos, predicar con el ejemplo para que el esfuerzo de todos sirva de base para una nueva concienciación de las futuras generaciones.

 


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