Entender algo de aquello llamado sostenibilidad

Cuando desde la escuela nos presentaron los programas de Portland, Shanghái y Buenos Aires como las distintas alternativas de study trip la realidad es que estuve dudando, pero tan solo fueron unos instantes, enseguida comprendí que Portland me brindaba la oportunidad, no solo de vivir una experiencia inolvidable, sino de conocer de cerca una sociedad pionera en sostenibilidad, una sociedad que poco a poco se va abriendo camino, mostrando a otros lugares del mundo que sí, que otra forma de hacer negocios, convivir en sociedad, ayudar a los demás es posible. En definitiva, que las cosas están establecidas de una determinada forma pero no por ello es la única en la que pueden funcionar y que todos y cada uno de nosotros puede y debe actuar, porque todos tenemos un papel y por tanto una parte de la responsabilidad.

La sostenibilidad surge hace un par de décadas como un algo inevitable ante los ojos de unos pocos. Visionarios que tuvieron la posibilidad de conocer, y la capacidad de comprender,  la situación de emergencia ante la que se encontraba el mundo, y a la cual, por desgracia, hoy en día se sigue enfrentando, una situación insostenible que amenaza gravemente el futuro de la humanidad.

Por todos es conocido que el planeta es agredido diariamente por multitud de formas de contaminación que los seres humanos venimos provocando desde la revolución industrial y, muy especialmente, a lo largo del último medio siglo. Sin embargo, los costes de estos problemas ambientales no han sido tenidos en cuenta hasta hace poco, y mucho menos desde un punto de vista global.

El sistema actual de desarrollo ha resultado ser insostenible y esto ha sido una sorpresa para la mayoría, de hecho todavía existen algunos escépticos al respecto, por una parte la degradación del medio ambiente no parecía ser obvia, poniéndose en tela de juicio y por otra en ciertas partes del mundo los seres humanos hemos visto como mejoraba notablemente nuestra calidad de vida en muy pocas décadas, lo cual hace que nos interese ignorar las repercusiones que este nivel de vida tiene en el planeta y en el resto de habitantes que viven en la más absoluta de las pobrezas.

Hay un breve texto de Victoria Chitepo, Ministra de Recursos Naturales y Turismo de Zimbabwe, en Nuestro futuro común (el informe de la CMMAD) que expresa esto muy claramente: “Se creía que el cielo es tan inmenso y claro que nada podría cambiar su color, nuestros ríos tan grandes y sus aguas tan caudalosas que ninguna actividad humana podría cambiar su calidad, y que había tal abundancia de árboles y de bosques naturales que nunca terminaríamos con ellos. Después de todo vuelven a crecer. Hoy en día sabemos más. El ritmo alarmante a que se está despojando la superficie de la Tierra indica que muy pronto ya no tendremos árboles que talar para el desarrollo humano”. No obstante, cuando comenzaron a aparecer las señales de alarma, los avisos de los científicos, los estudios internacionales… ni siquiera fuimos capaces de concienciar lo suficiente a la población, ni a los responsables políticos ni a nuestros educadores.

Pero no todo es pesimismo, en mitad de todo esto aparece un concepto absolutamente nuevo, fruto de comprender que el mundo no es tan ancho e ilimitado como creíamos. Como ya señaló el profesor Mayor Zaragoza a este respecto “la preocupación, surgida recientemente, por la preservación de nuestro planeta es indicio de una auténtica revolución de las mentalidades: aparecida en apenas una o dos generaciones, esta metamorfosis cultural, científica y social rompe con una larga tradición de indiferencia, por no decir de hostilidad”.

Pese a todo no debemos olvidar que es imprescindible hacer llegar a la conciencia social que medio ambiente y desarrollo no son enemigos irreconciliables, uno siempre limitando y el otro agrediendo, en esto resulta muy útil el concepto de economía verde que define un sistema sostenible en el que existe un desarrollo sin crecimiento, es decir, sin un incremento cuantitativo, sin incorporación de mayor cantidad de energía ni de materiales, ajustando la economía a las exigencias de nuestro entorno y al bienestar global de la sociedad.

En resumen, es el crecimiento lo que no puede continuar indefinidamente en un mundo finito de recursos y capacidad de adaptación, pero sí es posible el desarrollo. Para poder hacer de la sostenibilidad una realidad serán necesarios cambios cualitativos profundos, tanto para aquéllos que viven en la precariedad como para la minoría que vive de forma confortable. Y esos cambios suponen un desarrollo, no un crecimiento, que precisa ser definido e implementado adecuadamente.

 

Con el objetivo de conocer a gente normal, como tú y como yo, que crea en esto y para la que ha dejado de ser “aquello llamado sostenibilidad” para pasar a ser algo real, cotidiano en su día a día… con esta ilusión comencé mi viaje a Portland


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