Redes sociales
En julio de 2005 tuve mi primera experiencia con una red social, hi5. Había comenzado su andadura en internet en el año 2003.
En enero de 2007 me registré en Facebook. Tan sólo llevaba 4 meses abierta al público en general.
En agosto de 2007 empecé a usar Nasza Klasa, una red social polaca.
En marzo de 2008, Tuenti.
En noviembre de 2008 me registré en un portal ruso, VKontakte.
Un poquito mas tarde, en diciembre del mismo año, en otra red rusa: Odnoklassniki.
Hace unas semanas me registré en Linkedin, me convencieron de que era bueno tener un perfil en esa red de cara a mantener una red profesional de contactos.
En cuanto al correo electrónico… He pasado por Yahoo, Hotmail, Gmail, y por otros tantos servidores de los cuales ni siquiera recuerdo el nombre. Calculo que habré tenido desde mi comienzo en internet (en torno al año 1994) unas 30 cuentas de correo electrónico activas.
Blogs, foros, juegos online… En todo he tenido o sigo teniendo una personalidad digital.
Y me pregunto, ¿merece la pena? ¿Es realmente necesario para nuestra vida personal o profesional, o una traba más para nuestro desarrollo como personas normales? Y de hecho, ¿cuál es la definición de normalidad?
Hablo con mis abuelos, gente que ha vivido en una época analógica, y no encuentro argumentos con los que convencerles de que ésta revolución digital es necesaria. Acceso a la información, si. Velocidad de trabajo, también. Pero… ¿qué pasa con la dimensión humana? Nuestra generación ha crecido con un pie en cada lado. Algunos teníamos ordenador o incluso internet en casa, pero no se nos pasaba por la cabeza la posibilidad de usarlos como principal medio de comunicación con nuestros amigos. Conforme hemos ido creciendo hemos ido asimilando los nuevos avances de manera natural, como herramientas. ¿Pero qué pasa con aquellos que han venido después que nosotros?
¿Les ayudan estas redes sociales a mejorar su capacidad de interrelacionarse con sus semejantes o todo lo contrario, les convierte en monstruos que sólo son capaces de ver la realidad protegidos por una pantalla de ordenador?
Foto | Cuttlas, de Calpurnio