Fotovoltaica, la energía que se hizo realidad

Ayer tuvimos otra visita dentro de la asignatura de energía fotovoltaica. A veces no hace falta ir demasiado lejos para encontrar algo interesante y en esta ocasión así fue. Apenas 15 minutos caminando nos llevaron al corazón de la parte más técnica de la Complutense, físicas, químicas, telecomunicaciones o el edificio López Araujo del Instituto de la energía solar. Permitirme que en esta ocasión no aporte detalles técnicos, es un tema que no domino demasiado y sería imprudente u osado decir alguna tontería por desconocimiento.

La mañana fue como un viaje al pasado, presente y futuro a lo largo de la historia de la tecnología fotovoltaica desde los años ochenta. Al contrario de lo que se podría pensar el “encanto” de estas cosas no reside en fabricar módulos baratísimos como actualmente hacen los chinos o en gente empeñada en crear burbujas como sucedió en 2008.

Todo el mérito viene de esa gente con inquietudes que lleva 30 años arriesgando, probando, soñando y fallando miles de veces para algo que no existía, exista y evolucione día a día. A parte del contenido filosófico, es una pequeña reivindicación para el sector de la investigación en este país, donde en ocasiones tienen que emigrar para seguir progresando. Muchísimas cosas de las que nos beneficiamos se lo debemos a ellos y a ese nivel debería de ser su reconocimiento y remuneración.

Volviendo a lo que fue el desarrollo de la visita, fueron cuatro las paradas que hicimos a lo largo de la mañana, cada una de ellas enfocada de una manera diferente. En cada uno de estos lugares se intentó mostrar realmente todo aquello que nos había sido explicado en clase.

– En una de las zonas “verdes” del Instituto de la energía solar comenzamos viendo algunos restos de los que en su día fueron prototipos o investigaciones de energía solar de concentración y fotovoltaica. Como muy gráficamente nuestro profesor nos describió, “cementerio de elefantes”. Todavía podemos encontrar funcionando un enorme dispositivo de concentración con más de 200 módulos que tratan de concentrar la radiación directa del Sol sobre células activas de apenas unos milímetros cuadrados de superficie. El valor que tiene no es apreciable a nivel económico, puesto que el balance energético saldrá hasta negativo. Sin embargo lo que interesa de este tipo de “experimentos” es su valor a nivel informativo, conclusiones que son la base para futuros modelos.

-En el edificio López Araujo, sobre la fachada de pizarra están dispuestos una serie de módulos fotovoltaicos a modo de toldo en la parte superior de las ventanas. Esta disposición cumple una doble función, la energética y el bloqueo de la radiación solar en los meses de verano, de tal manera que en esta época reducimos la inversión en equipos de refrigeración. Junto a la parte vista, también tuvimos oportunidad de ver el alojamiento del resto del equipo, inversores, transformadores y todo el sistema de control y protección. A pesar de que la energía que genera es meramente significativa para el edificio, da idea de cómo es posible integrar una energía limpia en edificación.

-El tercer destino de la mañana fue la azotea del edificio, donde además de contemplar las bonitas vistas a la sierra de Guadarrama pudimos encontrar a los bisabuelos y abuelos de los módulos fotovoltaicos  actuales, entre instalaciones más actuales. Aquí pudimos comprobar la evolución de estos dispositivos durante los últimos 30 años y los sucesivos restylings que han permitido pasar de unos elementos poco atractivos e ineficientes a unos módulos con unos acabados excelentes y realmente eficientes. El avance de las células, conexiones y cajas de protección ha sido realmente asombroso. Por poner un símil muy gráfico, es como comparar los acabados de un Seat 600 con un Seat actual.

-Para finalizar, echamos un vistazo a la conocida como “Magic Box”, diseñada por la Universidad Politécnica de Madrid en 2005 para el Concurso Solar Decathlon celebrado en Estados Unidos. Esta casa se demuestra  que es posible ser autosuficiente energéticamente utilizando la energía del sol y los aislamientos térmicos en una mezcla de domótica y autosuficiencia energética. Algunas de las particularidades de la casa son su suelo de geles capaces de acumular frio en verano y calor en invierno que luego se redistribuyen por la casa. A esto se le suman sistemas de recuperación de calor y sistemas autónomos fotovoltaicos y térmicos que cubren las necesidades básicas de la vivienda como son electricidad, ACS o calefacción. En definitiva, una vivienda que podría ser perfectamente sostenible en zonas rurales o aisladas.

Jonathan Cabrero Sánchez


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