Alegoría de la I+D: tu propio océano azul

¿El cliente tiene siempre la razón?

Muchas veces nos preguntamos ¿qué debemos ofrecer a nuestros clientes?. Saber escuchar lo que demandan –qué necesidad quieren satisfacer- para hacerles la oferta oportuna.

Uf, me digo en estos casos. Es que la pregunta no es esa, la pregunta es otra. La cuestión es si la economía en general –la industria, el ocio, el transporte, etc.- debe dar a los consumidores lo que estos demandan. ¿Es ética la programación de Telecinco?,¿qué paquete de nuevas enfermedades está desarrollando la industria farmacéutica para la próxima temporada?,¿beneficia a la sociedad de un país vender su deuda a extranjeros?,¿por qué se subvenciona la gasolina en lugar del abono de transportes?…

La respuesta a esta cuestión, para mí, es clara, y doble: evidentemente, sí; evidentemente, no.

Evidentemente sí, porque como podemos intuir, el objetivo principal de un productor o una editorial, por ejemplo, no es hacer películas o libros, sino  conseguir visionados o “hechos de lectura”, respectivamente. Y una peli o libro que no interesa, que no atrapa, que no impacta en el universo de espectadores y lectores, es una obra fallida, por muy bien escrita que esté, por mucho que aporte y por muy interesante y maravillosa que sea. Es triste pero es así.

evidentemente no porque ¿qué sería de nosotros si solo se nos ofreciera aquello que somos capaces de demandar? ¿Cuántos aficionados al cine estaban demandando en 1977 un western ambientado en una galaxia muy, muy lejana? ¿Y quién habría dicho en 1996 que los lectores infantiles estaban demandando obras de gran extensión y temática de magia? No lo estaban demandando. Pero llegaron George Lucas y J.K Rowling y generaron esas demandas de una forma muy sencilla: creando una oferta. Un océano azul que se llama ahora.

 

Un caballo más rápido

 

Como dijo Henry Ford, “si hubiera preguntado a la gente qué quería, me habrían dicho que un caballo más rápido”. Es esta frase la que por sí sola justifica las inversiones en Investigación y Desarrollo, tan de capa caída en estos momentos y por estos lares.

La demanda hay que cultivarla y fomentarla con una oferta rica, novedosa, motivadora, sugerente… Una oferta que descubra demandas que ni el propio demandante hubiera imaginado que tenía, que juegue con las reglas del juego sin dejar de jugar a él.

En 2006, en un momento en que ya existía el teléfono, el correo electrónico, los SMS, los blogs, incluso ya las redes sociales… ¿cuánta gente demandaba un sistema que permitiera expresarse con textos de no más de 140 caracteres? No mucha, desde luego; pero llegó la gente de Twitter e hizo su oferta, generando la posibilidad de gestionar nuestra identidad en la red gracias a su sistema. ¿Se atendió una demanda? En absoluto. Se propuso una oferta visionaria.

 

¿Empezamos?

 

Así que propongo que aspiremos a hacer algo que no se limite a explotar las fórmulas que parece que funcionan, y explore propuestas nuevas. Algo hecho desde la empatía con quienes nos rodean y la comprensión de sus hábitos, necesidades y creencias, no solo desde la imitación de los productos o modelos de negocio más exitosos. Algo que no se limite a gestionar el presente, y también apueste por abrir nuevos caminos, creando el futuro tal y como no nos lo imaginamos, aún.

Si realmente creemos que la rebeldía, el inconformismo y la creatividad están entre las mejores cualidades de los jóvenes, hagamos algo que esté a la altura de lo que más nos gusta de nosotros: rebelde, inconformista y creativa. Si los jóvenes somos el futuro, hagamos para nosotros una sociedad de futuro.


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