Preguntas con respuesta y preguntas sin respuesta
Hacemos un viaje a San Francisco, al centro de un mundo compuesto por dos mitades. Mitad tecnología (de la información) y mitad emprendeduría. Y ambos encajan a la perfección. Si no tienes dentro de ti al menos uno de los dos conceptos, San Francisco y su entorno serán para ti sólo un lugar más, hermoso, dinámico y divertido, pero sólo otro destino turístico que recomendar.
Si por el contario la tecnología entendida desde su aplicación informática corre por tus venas, Silicon Valley cobra un nuevo sentido. Y si además esa sangre es inquieta y busca abrirse camino por sí misma y emprender, entonces seguramente regreses triste y pensando en volver, que es lo que sentimos cuando un lugar además de agradarnos, nos ha hecho sentir.
Son muchas las respuesta que he encontrado, por ejemplo, creo haber entendido el origen y dinámica de una gran parte de los cambios de esta sociedad cuando se apoyan en las tecnologías. Ahora creo entender mejor a ese habitante enganchado a su teléfono inteligente. Es más, me atrevo a pensar que por un breve periodo de tiempo, impregnado de lo vivido, atisbo a ver cuáles serán sus dos o tres siguientes movimientos. Hasta que de nuevo esta rueda imparable me arroje a la obsolescencia en la que vivo desde que tengo uso de razón.
Otras cosas buenas son la fuerza de los jóvenes, que lejos de esperar en mitad de esta crisis a que la solución venga llovida, se lanzan a multitud de piscinas sin agua, a veces a piscinas sin piscina, a crear, mover y generar lo que no existe. Me gusta ese descaro y esa imprudencia que aparta a un lado a la madurez inactiva de los que ya no somos tan jóvenes.
Cuando los ídolos locales no son deportistas de patadón y escaso verbo, sino visionarios, trabajadores incansables y creadores, ya me llevo sólo con eso muchas respuestas.
Pero también quedan preguntas. Duras pero ahí están. Me pregunto qué pasa con el resto de motores de este mundo que no saben programar, ¿no merecen una meca también? La emprendeduría en San Francisco tiene sitio si se puede instalar en un Ipad, si excita a un Capital Riesgo y si se puede uno forrar en pocos meses, vendiendo si hace falta, aquello que tanto amábamos al principio. ¿Pero y del resto de gente que está cambiando ahora mismo el mundo, tienen su sitio? Por el momento, no aquí.
También queda sin respuesta la pregunta de cuánto oro hay detrás de todo lo que reluce. Hoy Warren Buffet dudaba sin sonrojo de la Burbuja 2.0, de la que imagino que saldrán, de ser realmente una burbuja, un montón de escaldados que hoy flipan en las redes sociales.
Sin respuesta me quedo cuando Google habla de arreglar los problemas del mundo produciendo un coche que conducirá sólo, cuando más de 3 mil millones de personas en el mundo viven con menos de dos dólares al día. Para ellos no creo que sea su “problema”.
Volvemos del centro del mundo de los emprendedores tecnológicos, es cierto. Pero ¿cuál es el tamaño relativo de este mundo frente al tamaño del mundo real? Sin ese ejercicio de perspectiva, seguramente se seguirá loando al treintañero que vendió su Start Up a Google por un buen pelotazo como un modelo a seguir. Y yo tengo mis dudas de que así realmente el mundo vaya a mejorar.