La magia del escenario
El poder simbólico que despierta el escenario es infinito, como lo es el componente mágico y catártico que siempre le acompaña. El altar, el púlpito… siempre fue el lugar donde se representaban mitologías sociales, y siempre fue testigo de la comunión del individuo con la sociedad, del Ser con su propia imagen. La persona nunca sube a un escenario, ya que al subir se convierte inmediatamente en personaje.
La escisión que existe a la hora de exponer entre el actor y su papel, entre el individuo y la imagen que ofrece a los demás, plantea una naturaleza en cierto modo patológica. Egocentrismo, esquizofrenia… No en vano, en el propio origen del término «esquizofrenia» se encuentra la palabra «división» (σχίζειν, schizein). Por otro lado, grandes personajes históricos conocidos por su capacidad de persuasión en su discurso, sufrían de alguna manera problemas de este tipo en su personalidad.
Es obvio que, ante este conflicto a la hora de exponerse ante los demás, una persona tímida, insegura… va a tener por lo tanto más problemas cuando quiera comunicar que alguien con menos ímpetu en su personalidad. Con lo que me quedo de estas dos clases de Comunicación y Presentaciones es con la importancia de aferrarse al guión. Gracias a un duro trabajo anterior, en el que primero hagamos acopio de los mensajes, y más tarde midamos el alcance y el tono que queremos dar a los mismos para estructurar nuestra presentación, tendremos algo a lo que agarrarnos al subir al vertiginoso escenario. Así podremos concentrarnos mejor, y permitir que el simbolismo y la magia fluyan.
Impresiones de las prácticas de Comunicación
Analizados y comentados la puesta en escena de cada uno de los alumnos, como pensamiento generalizado ha sido “lo he hecho fatal, me he sentido nervioso e inseguro”.
El cómo nos ven los demás es otra cosa bastante distinta de nuestra apreciación personal, muestra que somos más exigentes y pesimistas sobre nosotros mismos.
La ansiedad previa y los nervios durante el discurso, entre otras me hicieron perder la concentración, falta la fluidez, faltan las palabras, no sabía qué hacer con las manos… estaba inseguro.
Es difícil hablar en público y todos tenemos siempre algo que mejorar. Lo importante y lo que me ha gustado de las prácticas de comunicación es haber afrontado hablar en público, ver cómo nos hemos sentido (antes, durante y después), conocer las opiniones de los compañeros de como lo hemos hecho, de dónde y cómo podríamos mejorar.
Esto anima a que en el próximo lo podamos hacer mejor, con una buena preparación del mensaje y mucha práctica. Pero que tengamos en cuenta que es tan importante hacer una buena presentación como el cumplir todo aquello que digamos para mantener y aumentar nuestra credibilidad ante los demás.
Hablar en público. ¿Comunicamos lo que pensamos?
Después de las dos primeras y últimas clases de Comunicación y Presentaciones Eficaces, me ha sorprendido un hecho que prácticamente todos los que hemos participado en las presentaciones hemos comentado. Tanto los que habían expuesto muy bien, como los que no lo habíamos hecho tan bien, todos pensábamos que lo habíamos hecho peor. Pero los comentarios de la audiencia no reflejaban ese hecho, la audiencia no había visto y escuchado lo mismo. Personalmente hubo varios compañeros que me sorprendió, se habían visto muy mal cuando eran oradores increíbles e envidiables por mi parte.
Esta “revelación” nos debe dar ánimos y seguridad para los que no estamos habituados a hablar en público o nos cuesta mas. Pero ante la importancia en la comunicación del lenguaje no verbal (la voz y lo visual) y esta disparidad de la visión personal y la de los demás, me pregunto ¿comunicamos realmente lo que pensamos?
Las palabras de las que se compone el mensaje las podemos elegir, analizar, documentarnos sobre el tema a exponer y elaborar un guión elaborado que permita reflejar lo que queremos transmitir.
Pero como no somos actores, como ponemos este guión en escena para que este en consonancia con lo que queremos comunicar. Debemos conocernos, actuar con naturalidad, vernos como nos verían los demás ayudándonos del vídeo y personas de confianza ante las que ensayar y que nos den la imagen que transmitimos. Teniendo esta información seremos capaces primero de conocer nuestro registro y con esta base ser capaces de modular el lenguaje no verbal para intentar transmitir la misma información por todos los canales verbal, vocal y visual.
Cuestión de confianza
Confianza. Para pasar a la acción. Para salir de nuestra caja de confort.
Enfrentarnos a nuevos retos que nos estimulan pero a los que no estamos acostumbrados nos incomoda. Nos decimos: no sé. No puedo. ¿Para qué nos ponemos barreras que sólo existen en nuestros pensamientos y que nos impiden afrontar nuevas posibilidades?
Entre las herramientas utilizadas en coaching, al hablar de la confianza se dice que ésta viene determinada por la credibilidad, confiamos en base a que los antecedentes demuestran que no somos capaces; por la competencia, nuestra capacidad para realizar aquello a lo que nos comprometemos; y, por la sinceridad.
¿Cuál de estas tres facetas tenemos que mejorar para afrontar el siguiente reto que se nos plantee?
Aprovecho para pasaros un link que me ha parecido interesante, que encontré buceando por internet después de las dos sesiones de la semana pasada.
http://www.elartedepresentar.com/2012/10/los-directivos-y-su-miedo-a-hablar-en-publico/
Hasta el viernes.
¿Un buen ponente nace o se hace?
Siempre tendemos a pensar que los grandes oradores y ponentes son gente con un don natural y que tiene desarrollado un sentido especial para hacerlo.
Bajo mi punto de vista nada más lejos de la realidad, porque al fin y al cabo no me imagino a Steve Jobs o Barack Obama llegando a la primera exposición pública de su vida y ser los dueños del escenario, manejando los tiempos y los nervios perfectamente.
No pretendo con esto decir que todos lleguemos a ser ponentes de su nivel, pero si que controlando el mayor número de factores podremos hacer presentaciones donde no se note que nos tiembla la voz o la pierna.
Hace no mucho escuche a un presentador de TV decir (después de varios años presentando) que no podía controlar los nervios antes de salir, lo máximo que había logrado hacer es que le afectasen nada más que los 15 minutos previos a salir en antena.
Esto es un buen ejemplo de que con práctica y control del medio podremos presentar en público con seguridad y decisión.
De Tarantino al fútbol americano
Una de mis tareas laborales, es la presentación de los servicios y productos, que ofrece mi empresa a reales o potenciales clientes.
Cada vez estoy más convencido que, la presentación de una reunión – ya sea de objetivos, de productos, de resultados, etc.- es una representación y, encarnas el papel necesario para cada circunstancia, o para cada tipo de espectador.
En clase se habló si la imagen que generas en el mundo laboral es, o debe ser, la misma que en el plano personal. Mi opinión al respecto es que no. La vida personal y la vida laboral son dos partes de la misma, pero ello no quiere decir que sean iguales.
En la vida personal, te encuentras en un ámbito de confort y de confianza. Las prioridades, gustos y necesidades, por lo general, han sido escogidas por ti. Sin embargo, en la esfera laboral, todas esas decisiones vienen motivadas, en mayor o menor medida, por otras mentes que tienen distintas visiones que la tuya.
Cuando nos llaman para solucionar problemas, estaríamos representando al SR. LOBO de Tarantino o, cuando necesitamos tranquilizar a algún cliente, cerrar algún contrato, etc., en algunas situaciones, tenemos que bailar y cantar como lo hacía Tom Cruise en JERRY MAGUIRE.
Obviamente, hay que tener en cuenta la calidad del “actor/actriz” y la idoneidad del papel representado, para la consecución de los objetivos. Son dos ejemplos, pero seguro que si lo pensamos y acudimos a nuestra imaginación, sacaríamos bastantes personajes que, sin percatarnos de ello, interpretamos en algunos momentos de nuestro desempeño profesional.
Presentaciones eficaces.
Al haberme llevado a casa una lista tan larga de puntos “importantes” recogidos en las dos sesiones de Presentaciones Eficaces, he decidió elegir sobre cual escribir aplicando el salomónico orden cronológico. Le ha tocado el turno a esos instantes previos al inicio de la presentación donde aparecen los nervios y la inseguridad ante algo que personalmente no me resulta sencillo.
Considero realmente útiles todas las pautas y herramientas que se han puesto a nuestro alcance para mitigar su influencia, y pienso seguirlas fielmente la próxima ocasión que tenga que enfrentarme al momento de hablar en público.
Pero si tengo que destacar una sobre las demás, esa ha sido sin duda el haber descubierto que todos, incluso quienes se mostraron más seguros en su exposición, comentaron abiertamente haberse puesto nerviosos antes de empezar.
Quizás deba contemplar esos nervios, no como un elemento negativo que lastra el resultado de mi presentación, sino como un elemento más de la misma. Asumiéndolos con más naturalidad espero que se vayan convirtiendo en algo anecdótico, y únicamente sean síntoma de estar frente a un reto.
OBJETIVO: COMUNICAR. NO DORMIR.
¿Cuántas veces hemos estado en una presentación, reunión o cualquier acto que nos requiriera algo de atención y, sin embargo, hemos estado pensando en el terrible atasco que nos espera a la salida, el frío que debe hacer en la calle o la llamada de teléfono que hemos pospuesto para cuando salgamos de allí?
Está claro que mantener el nivel de atención de tu público es una tarea difícil pero, igual de difícil resulta aplicar todas las técnicas disponibles para poder transmitir tu mensaje sin perder la credibilidad de tu personaje ni la atención de tu público.
La experiencia de las clases de esta última semana ha hecho que me plantee algo que hasta el momento no había hecho: ¿qué puedo hacer para mejorar mi “puesta en escena”? Los nervios me delatan, la voz me tiembla, me quedo en blanco (aunque aparentemente no se note mucho) pero, ahora tengo las herramientas para mejorar.
Solo espero que, en mis futuras “puestas en escena”, no haya nadie entre el público que esté pensando en si estará lloviendo o no cuando salga de la reunión aburrida a la que le ha tocado asistir. Ése será mi objetivo.
Aplicaciones de la Ventana de Johari
Una de las cosas que más me ha llamado la atención de la sesión de este fin de semana, impartida por Jorge Maidana, es la ventana de Johari como herramienta de mejora continua. Enseguida me puse a pensar en sus aplicaciones, no solo en la sesión práctica del sábado sino también través del periodo enriquecedor que será nuestro paso por la EOI en su Executive MBA. Ahí van algunas de mis conclusiones:
El área libre hasta este momento con el resto de compañeros es pequeña, ya que, venimos de ambientes distintos y no nos conocíamos. Cuando avancen las clases del Máster y los trabajos en común, este área irá creciendo.
Por la misma razón expuesta en el área libre, en estos momentos el área de lo secreto es muy grande, ya que aun no nos conocemos.
El área ciega es el área que mas hemos trabajado durante la sesión del sábado ya que con todos los comentarios y juicios, ha existido una interacción que en la medida en que cada uno haya aceptado e interiorizado la retroalimentación ha hecho posible expandir el área ciega hacia el área libre.
El área desconocida es el gran potencial que todos tenemos y lo más importante es que durante este Máster, desarrollaremos alguna habilidad que no sabíamos que teníamos.
Esto es lo verdaderamente importante del Máster: los cambios que con la ayuda de profesores y compañeros se producirán en nuestra forma de entender los retos, enfrentarnos a ellos y utilizar herramientas innovadoras en su resolución.
DOS PERCEPCIONES
Cuando estamos frente a la audiencia, nos sentimos vulnerables. Expuestos, sin escudo. Nos parece que los demás pueden leer nuestros pensamientos, percibir nuestro nerviosismo, escuchar el latir de nuestro corazón. Creemos que se burlarán del temblor de nuestra voz. Que desde el fondo de la sala se ve el sudor de nuestras manos.
Pero en realidad, no son ellos quienes nos están examinando. En una exposición en público, nos enfrentamos a nosotros mismos.
La audiencia suele ser benevolente. Sabe perdonar los pequeños detalles, pasar por alto los errores poco relevantes. No conocen lo que vamos a decir, no detectan si nos salimos demasiado del guión que teníamos preparado. No saben que nuestros ojos les ven sin mirar. En el fondo, tranquilos desde sus asientos, agradecen no ser ellos quienes ocupan el lugar del orador.
Y sin embargo, les atribuimos la causa de nuestro malestar. «Me pongo nervioso porque hay mucha gente mirando», diríamos si nos preguntaran.
Pretendemos ocultar que en la tribuna estamos muy solos.
O muy acompañados por nuestras propias inseguridades.