La solución esta en la Constitución
La nueva reforma laboral está recibiendo calificativos de profunda, necesaria, imprescindible,… en algunos medios de comunicación. En mi opinión, el único adjetivo que merece, es el de decepcionante.
Y no porque su alcance ó las medidas que plantea me parezcan insuficientes o simplemente malas. Mi crítica está relacionada con el enfoque que se le ha dado. Creo que en una situación de “emergencia nacional” como la actual, no se pueden plantear medidas que supongan soluciones a medio o largo plazo. Menos aún, que en el corto plazo, puedan llegar a aumentar el número de parados.
Situaciones excepcionales, requieren medidas excepcionales. Cuando un bombero acude a un incendio, su obligación es sofocarlo lo más rápido posible, ¡¡echar agua!!, para que el edificio no sufra daños, que puedan resultar irreparables.
Pues bien, aplicándolo a nuestro caso, creo que primero se debería haber preparado una reforma que intentase reducir el paro a corto plazo, con medidas de choque y una vez que la situación hubiese mejorado, plantear esa reforma profunda del mercado laboral que todos, tanto dentro como fuera, esperamos. Estas medidas de choque se deberían centrar en crear trabajo en cantidad, no en la calidad del mismo. Si fuese necesario y eso generase empleo, incluso potenciar los contratos temporales. No nos engañemos, la preocupación por la estabilidad en el trabajo, es propia de los que ya tienen empleo, al que no tiene trabajo solo le preocupa encontrarlo, sean en las condiciones que sean. No es el momento de mejorar la calidad del empleo, sino solo de generarlo. Ya habrá tiempo de mejorarlo cuando el temporal amaine.
En este momento el país, mejor dicho la sociedad, necesita bomberos no estrategas. Si no se actúa con urgencia, este edificio llamado España, puede sufrir daños irreparables.
Los datos son demoledores. El número de personas sin empleo avanza sin control y supera con creces los cincos millones, al situarse en 5.273.600 (22,83%) en 2011. Por cierto, los sindicatos vaticinan que esta reforma elevará el número de parados hasta los seis millones. Por otro lado, el número de hogares con todos sus miembros en paro se sitúa en 1.575.000 y qué decir del paro juvenil, que alcanza cifras escalofriantes, acabando con las ilusiones de nuestros jóvenes.
A estas cifras de paro hay que añadirles los datos de todos aquellos que ante la imposibilidad de encontrar empleo, deciden hacer las maletas y marcharse al extranjero. El perfil del demandante de empleo en el extranjero, según un estudio de la empresa de selección Adecco, es el de un joven de entre 25 y 35 años, altamente cualificado y sin cargas familiares, proveniente de las ramas de ingeniería, arquitectura o informática. Esto es lo que los sociólogos llaman “emigración selectiva” o “fuga de cerebros”.
Y mira por donde, qué casualidad, que dos de los países que más “españolitos” reciben son Francia y Alemania. Todos tenemos fresco en la memoria la reciente campaña del gobierno alemán, para captar jóvenes ingenieros españoles.
Algunos pensaran que es de agradecer, el que un país como Alemania dé una oportunidad a nuestros jóvenes. Es más, el mismísimo Ministro de Trabajo del momento, comento en televisión, que era una medida interesante ya que permitiría que los jóvenes españoles, se formaran y al cabo de unos años regresasen trayendo consigo el know-how aprendido. En ese momento me pasaron dos cosas por la cabeza, o este ministro es un ignorante (por no decir otra cosa), o se está quedando conmigo. De verdad alguien se cree, que los alemanes van a invertir un euro en un trabajador extranjero y permitirle que cinco años después se vuelva a su país. Por supuesto que no les van a obligar a quedarse, pero estoy seguro que conseguirán que la idea de volver a España no pase por su cabeza.
¡¡Seamos claros!! Este flujo migratorio de jóvenes españoles altamente cualificados, va a empobrecer el país a medio y largo plazo. Si los jóvenes preparados emigran y los que se quedan en España son aquellos con poca o ninguna cualificación, el futuro pinta muy-muy negro. Esto nos hará retroceder en el tiempo y convertirnos otra vez en un país de mano de obra barata y poco cualificada.
Obviamente una situación como esta, es una oportunidad para países como Alemania y Francia. Por un lado, consiguen mano de obra altamente cualificada a coste mínimo (España corre con los gastos de formación) y por otro lado, se aseguran de que España no supondrá un peligro para su hegemonía, en un futuro. Acordémonos de cuando nuestro anterior presidente sacaba pecho y decía, haya por el año 2007, que la economía española era de Champions. En fin, tiempos pasados nunca fueron mejores, así que toca mirar hacia el futuro.
No me gustaría que este post se limitase a criticar la nueva reforma laboral y el papel de países como Alemania y Francia. Eso sería lo más sencillo. Quisiera hacer una propuesta, con el objetivo de aportar mi granito de arena, en la solución de este grave problema que afrontamos.
Mi propuesta pasa por que la Unión Europea obligue a España a establecer un valor límite para el índice de paro, en su constitución, en consonancia con los valores de los países desarrollados de su entorno. Ya se ha establecido un límite para el déficit, hagámoslo con el paro. Por supuesto, habría que establecer un periodo transitorio que permitiese alcanzar ese objetivo y un régimen de sanciones en caso de incumplimiento. Imaginemos solo por un momento, que el mismo empeño que está demostrando el gobierno actual en reducir el déficit, lo aplicase en reducir el paro.
La constitución española en su artículo 35 establece el derecho de todos los españoles a trabajar. ¡Vale! muy bien, ya hemos definido un derecho universal, ahora seamos realistas y pasemos a definir en qué punto, el paro pasa de ser un problema aceptable a uno inaceptable.
Es más que probable que muchos levanten la voz, argumentando que los factores que afectan a la evolución del paro son muy variados, como para poder controlarlos. Pero que es un objetivo, sino algo que entraña cierta dificultad en su consecución. Si fuese sencillo, no tendría ningún merito.
En este punto me gustaría recordar, o dar a conocer, unas palabras del filósofo alemán Arthur Schopenhauer: “Toda verdad pasa por tres etapas. Primero, es ridiculizada. Segundo, es violentamente rechazada. Tercero, es aceptada como evidente”.
Si nuestros socios comunitarios, o los dos que mandan, nos quisieran ayudar de verdad, pondrían especial énfasis en nuestro problema más importante y por el que destacamos negativamente a nivel internacional. Mientras tanto, nosotros tendremos que seguir soportando a una clase política incapaz de darnos soluciones satisfactorias y que solo piensa en sus intereses partidistas.
En fin, solo nos queda el consuelo de que no hay mal que mil años dure, pero cuidado, que tampoco hay cuerpo que lo resista. Espero que no terminemos como los griegos, en la calle y quemando contenedores.