Hoy lo veo todo más claro
Ayer estuve en viaje de trabajo por algunos pueblos (que me perdonen los que prefieren que se les llame localidad) de Toledo y Ciudad Real.
Desde que salí de Madrid hice todo el viaje bajo una intensa niebla. En contra de lo que se pudiera pensar, gracias a que ayer no se veía más allá de cincuenta metros, hoy lo veo todo más claro.
Dada la baja visibilidad, extremé la seguridad. Avancé a una velocidad más lenta que en situación de claridad, consiguiendo reducir mi gasto en gasoil.
Me di cuenta que cuando pasaba por alguna zona iluminada, tipo área de servicio, lejos de ser una ayuda, con la niebla tan intensa que había, realmente se veía peor que en el resto del camino, por el reflejo de la luz.
Curiosamente, cuando miraba por los espejos retrovisores, tenía la sensación de que la visibilidad hacia atrás (por donde ya había pasado) era mayor que cuando miraba para el frente.
A medida que iba pasando el día, lejos de despejarse, la niebla persistía. Tenía que seguir extremando la atención y seguridad y… ahorrando gasoil.
El día también dejaba imágenes con un toque de nostalgia que podían estar sacadas de un libro de historia, de sueños de caballeros montados a caballo o mezcla de los dos.
A eso de las 20:00 H pude ponerme en camino de vuelta a casa. Parecía que el día, ya noche, se había despejado. Quizá sin mucha conciencia, empecé a bajar la guardia, a subir ligeramente la velocidad (respetando los límites, por supuesto) deseando llegar a casa, aumentando por tanto de nuevo el gasto en gasoil y de repente… zas. De nuevo bancos de niebla que me ayudaron a recordar que debía extremar la atención, reducir la velocidad, aumentar la seguridad… Lo importante era llegar a casa bien.
Al cabo de un año, en España tenemos más días de sol que de niebla. Hay que ser cuidadoso en los días de niebla para poder disfrutar de los días de sol que sin lugar a dudas vendrán.
Cada uno que saque su moraleja