A nadie se le escapa la trascendencia del fracking y la respuesta social al mismo en nuestro país. Hay dos grupos con posturas claramente definidas, unos a favor y otros en contra; y en medio, los que defendemos que se estudien los temas de la forma más objetiva posible, apoyándose en conocimientos científicos, y aplicando con todo rigor la legislación existente sobre evaluación ambiental.
Antes de tomar una decisión, se debería analizar el fracking a nivel de planificación energética nacional, y después proyecto a proyecto. En cada proyecto concreto, habría que estudiar los impactos directos e indirectos de todas sus acciones y los riesgos que suponen, sin excepción, así como la posibilidad de aplicar medidas protectoras, correctoras, preventivas, mitigadoras e incluso compensatorias y con ello, determinar su impacto global. Conviene recordar que cualquier actividad industrial tiene riesgos, el impacto o riesgo inexistente es una utopía.
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