En casa del herrero, cuchara de palo

A lo largo de su historia, España ha sido, y es, uno de los países que, por extensión y disposición geográfica, ha estado siempre muy ligado a la producción agrícola y ganadera. Actualmente, es el cuarto país europeo, en número de explotaciones agrícolas, y el segundo en cuanto a extensión, con más de 25 millones de hectáreas. En cuanto a producción ganadera, es el segundo productor en ganado porcino de Europa, con más de 26 millones de cabezas (sólo por detrás de Alemania), el segundo productor en ganado ovino y el sexto en ganado bovino.

Por otro lado, esto también sitúa a España como uno de los países que más residuos ganaderos generan. Por tanto, resulta obvio deducir que si consiguiéramos transformar todos esos residuos generados en “algo”, que fuese aprovechable (económica o energéticamente), estaríamos convirtiendo esta debilidad en una ventaja competitiva. Pues bien, ese “algo” existe y  se llama biogás.

Residuos ganaderos porcinos generados en Europa

Con el marco contextual expuesto, resulta sorprendente que España no sea líder en la producción de biogás, ¿verdad? Pues aún resulta más sorprendente que se encuentre en el furgón de cola de la Unión Europea (es el 22º país en la producción de biogás), ¿o en realidad tampoco nos resulta tan sorprendente?

¿A qué podemos achacar esta situación? Como no podía ser de otra forma, el principal problema que han afrontado las plantas de biometanización (producción de biogás), ha sido la falta de incentivos económicos por parte del gobierno; que prefirió apoyar y desarrollar tecnologías, a priori, más atractivas y consolidadas como la de generación eólica o la fotovoltaica, a través del conocido RD 661/07 (actualmente derogado). A mi modo de ver, la política que adoptó el gobierno de priorizar unas tecnologías de generación eléctrica sobre otras no fue nada descabellado; lo que sí supuso un error tremendo fue la falta de control sobre el estado del presupuesto destinado a esos incentivos, y sobre la potencia instalada respecto a la potencia objetivo marcada en el Plan de Energías Renovables.

Planta de biogás de 600 kW en Hamminkeln (Alemania)

En la situación actual de crisis económica, resulta difícil imaginar un escenario en el que se revierta la situación, y se promueva la construcción de plantas de biogás para generación de energía eléctrica; sobre todo, por las recientes leyes aprobadas por el gobierno que no marcan una tendencia nada positiva para el sector.

Aun así, lo que sí se debería hacer en el corto plazo sería establecer unas bases sólidas y estables, desde el punto de vista normativo; para que en un futuro, cuando vuelva a surgir la oportunidad, estemos absolutamente preparados y listos para hacer el sprint que permita colocarnos en la cabeza de carrera; en la que un país como España, nunca debería haber dejado de estar.


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